Esta localidad, situada a 62 Km. de Valladolid y que
pertenece a la comarca ”Montes Torozos”, guarda entre sus calles una obra
inacabada, pero no por ello menos bella, es la iglesia neoclásica de San Andrés.
A
este pueblo, también se le conoce por el “Pueblo de los castigos”. Su topónimo
Villardefrades deriva de su nombre medieval "Villa de Fratres o
Frailes" por haber sido habitado por templarios y benedictinos. Este hecho, no fue excusa para escapar del
capricho de los poderosos o influyentes.
Fue Fernando III el Santo, en 1230
quien a su paso por el pueblo y al estimar que el recibimiento había sido
pobre y hosco, mandó sembrar de sal los campos, quedando estériles durante
años.
La
siguiente felonía, se le ocurrió al cardenal Cisneros, siendo regente de la
corona de Castilla. El motivo fue una disputa de lindes entre el
señor de Villagarcía y el conde de Urueña. La resolución a favor del primero,
conocido noble realista, en detrimento del segundo, que era comunero, originó
una revuelta popular contra los emisarios judiciales. Extinguida la protesta, el cardenal como castigo, mandó
quemar varias casas del pueblo.
Fray
Andrés González Cano, fraile oriundo del pueblo, que llegó a ser obispo de
Nueva Cáceres en las Indias Filipinas a mediados del siglo dieciocho, quiso
reparar tanta desdicha levantando dos
iglesias, la ermita de Media Villa y la iglesia de San Andrés Apóstol. La
ermita se finaliza en 1751.
Peor
suerte corrió la iglesia de San Andrés, pues se inició su construcción con ocho años de
retraso. El donante Fray Andrés González Cano, murió durante la
construcción, pero dejó los fondos necesarios para su finalización. Los fondos fueron llegando desde Manila,
hasta que en el año 1790, y por diversas vicisitudes, se suspenden los envíos
de remesas durante 69 años. Entre 1859 y 1867, se reanudan los envíos, pero
un año más tarde se detiene la construcción, quedando definitivamente “La
obra” como está en la actualidad, sin acabar.
El
templo, es una obra maestra de la arquitectura vallisoletana del siglo XVIII,
y su estética se halla entre los estilos barroco y neoclásico.
La
ermita de Media Villa, pasó posteriormente a estar bajo la advocación de San
Pelayo, y San Cucufate, constituyendo la actual parroquia. En su interior, se
hallan los retablos de las dos iglesias anteriores, el mayor está dedicado a
San Cucufate.
En
este pueblo, existieron sendas iglesias para cada uno de ellos, San Pelayo al
norte del pueblo, frente a la laguna desecada que tomó su nombre y San
Cucufate al sur, cerca del cementerio.
Pero el paso del tiempo y la desidia, permitieron que estos templos
acabaran en ruinas.
El
tercer castigo, acaeció el 7 de julio de 1951. Súbitamente, el cielo se oscureció y un
aluvión de rayos y agua desata el caos en el pueblo. Como consecuencia de
ello la posterior inundación, destrozó treinta viviendas.
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